El presente artículo, lo escribo motivado por una entrevista que hiciera Jaime de Altaus en Canal N a un representante de la diplomacia española cuyo nombre prefiero no recordar; en la cual, el tema central era “la telefónica y la revisión del contrato”. Lo que llamó mi atención fue que el diplomático español planteaba una cultura de paz desde la historia[1], una especie de amnistía histórica de la invasión española en el siglo XVI.
El diplomático peninsular argumentaba que los peruanos aún guardamos resentimiento por la llegada de los españoles y los 280 años de dominio colonial, planteaba además, que eso debería quedar en el olvido y más bien deberíamos reconocer la tecnología y los adelantos alcanzados gracias al contacto con el viejo mundo, así como ellos (los españoles) ya olvidaron el dominio Árabe y más bien reconocen los adelantos que recibieron gracias a los islámicos. Cuestionó además, el término Invasión, argumentando que lo que se hizo en el nuevo mundo fue una conquista ya que se ganó con mucho esfuerzo las tierras tahuantinsuyanas. Lo que no me extrañó fue la respuesta de Jaime de Altaus, quien inmediatamente reconoció que esos hechos deben quedar en el olvido e iniciar una “historia nueva”. A que se refería con lo de historia nueva, aún medito al respecto. Esta entrevista fue motivo de comentario entre colegas, de donde surgió de inmediato la necesidad de aclarar el manejo de los términos y tiempos históricos.
Lo primero que vino a mi mente, es el intento de los políticos de inicios del siglo XX al pretender cambiar el himno nacional por considerar que no se ajustaba a la época, ya que en aquel momento Perú había aperturado relaciones diplomáticas con España, y a decir de la época el himno era antiespañol.
Si bien es cierto, como profesor e historiador intento brindar a mis alumnos una visión crítica, reflexiva de la historia que dista del chauvinismo o nacionalismo de los años 70, el cual debemos erradicar, debo reconocer también, que hay muchos colegas que erróneamente, resaltan las derrotas, los incas incapaces de controlar 168 españoles en Cajamarca, la tecnología de los invasores, los héroes vencidos, el Bolognesi que luchó por defender sus propiedades…etc es decir, hacen lo que llamo Historia del Resentimiento instentinal.
Por ejemplo, no podemos responsabilizar de la derrota del 79 al presidente Pardo y Lavalle por su política de austeridad y la firma del tratado secreto con Bolivia o al presidente Prado por su huída, o a Bolognesi por no haber resistido en Arica, a Miguel Iglesias por Montán y Ancón o simplemente a la clase política peruana de la época en general. La causa por la cual el Perú se encontraba en desventaja frente a chile en 1879, se debería analizar desde el proceso de independencia; específicamente la crisis y fragmentación de la clase dirigente peruana a inicios de la república, incapaz de organizarse y asumir el roles gubernativos que el sistema republicano demandaba. Gracias al guano, esta clase se convierte en una burguesía incipiente que no arriesgó en la inversión proindustrialización, cuyo poder económico y el trastrocamiento de sus intereses los llevó a organizarse políticamente e intentar plasmar –tardíamente- un proyecto nación. Siendo ucrónico en mi comentario diría que el civilismo llegó 40 años tarde. A diferencia, la clase dirigente chilena desde inicios de la republica, es una clase cohesionada, sólida, que mantiene el control de los principales poderes del estado, aprovechando la homogeneidad étnica del territorio logró engarzar un proyecto nación. Desde aquí debería partir el análisis para explicar a nuestros alumnos porqué perdimos la guerra de 1879.
Pero bien, regresemos al comentario del amigo español. Todo historiador responsable debe respetar el espacio y el tiempo histórico, como historiadores debemos trasladarnos a la época y enfocar nuestro análisis en el hecho materia de nuestro estudio desprendiéndonos de cualquier sentimiento subjetivo contemporáneo, filiación política o adepción religiosa, ya que puede desdibujar el análisis y la representación histórica de un acontecimiento trascendente. Hecha la aclaración, lanzo la hipótesis ¿Cómo debemos llamar al proceso de colonización española del nuevo continente en el siglo XVI, Invasión o Conquista? Según el diccionario de la real academia de la lengua española, invasión viene del latín invadere que significa: en su primera acepción, irrumpir, entrar por la fuerza, en su segunda acepción, ocupar anormal o irregularmente un lugar, y finalmente en su tercera acepción, entrar injustificadamente en funciones ajenas. Ahora bien, si con la misma fuente revisamos el significado de conquistar, encontraremos que esta palabra deriva del latín conquistare que significa: Ganar, conseguir algo, generalmente con esfuerzo, habilidad o venciendo algunas dificultades. Ganar con sutileza el favor de una persona o pueblo.
Ahora bien, analicemos lo que sucedió con el Thuantinsuyo a la llegada de los españoles. El tahuantinsuyo se encontraba dividido a causa de la guerra civil entre los hermanos Huascar y Atahualpa, este último consideraba que su hermano no alcanzaba los méritos cómo para ceñirse la mascaipacha o borla imperial - máximo distintivo de jerarquía y mando en el imperio de los incas -; recordemos que a la muerte de Huayna Capac -posiblemente victima de viruela- los willac Ummu del Cusco decidieron coronar a Huascar como el inca sucesor. Atahualpa, quien había acompañado a su padre en las conquistas del norte, era un gran guerrero y había logrado anexar (junto a su padre) importantes territorios en la costa, sierra y selva norte, ello le llevó a cuestionar la decisión de la Nobleza Cusqueña, de coronar como inca a su hermano. En 1532, la guerra civil había terminado a favor de Atahualpa, Huascar se encontraba capturado y custodiado por los principales generales de Atahualpa: Calcuchimac y Rumiñahui (este último era conocido como OJO DE PIEDRA, por una nubosidad que cubría su ojo izquierdo). Las tropas habían sido despachadas a sus respectivos ayllus, sólo unos pocos guerreros acompañaban a Atahualpa en Cajamarca, tenía como destino final el Cusco, donde sería coronado formalmente inca. Algunas crónicas primarias –conocidas como pretoledanas- indican que el inca en Cajamarca recibió información de los españoles que habían desembarcado en Tumbes, el inca sabía que estos blancos barbados no eran dioses, ya que sus espías le habían informado, de que entre los extranjeros, habían quienes adolecían de enfermedades o algunos heridos que sangraban y simplemente los dioses no se enferman ni sangran. Además, entre los animales que traían los chapetones, el espía consideró verdaderamente peligroso al perro ya que este comía carne – recordemos los perros come indios-. Es decir el inca estaba informado al detalle acerca del arribo de Pizarro sabía que eran pocos en número 168, el Inca no consideró a los indígenas que los acompañaban ya que eran tributarios del Tahuantinsuyo.
En realidad, los españoles buscaron asegurar para sí, títulos nobiliarios, propiedades, prestigio y honor. Por ello, en sus crónicas desestiman la participación de indios nicaragüenses, panameños y hasta negros esclavos, además de diferentes etnias locales como huancas, tallanes, chachapoyas, chimues, entre otras tantas etnias, que veían en los españoles la oportunidad de independizarse del estado opresor incaico. Y para imbuir su discurso de tinte lírico, mitológico medieval; en sus crónicas, recrean la participación del apóstol Santiago, quien al ver la “diferencia numérica” de los castellanos frente a los indígenas, socorre a los peninsulares, “cayendo los fieros indígenas bajo su espada de fuego”. Lo de Cajamarca fue una masacre, murieron aproximadamente 3mil indios, de los cuales, en mayor número fueron danzantes, músicos, parte del sequito de los grandes señores que acompañan al Inca. El requerimiento, es el documento que formaliza la invasión. A través de este documento el Papa concede autorización al Rey español, para que en nombre de Cristo se tome posesión de los territorios indígenas. Este documento era leído a los naturales, poco interesaba si entendían o no, lo importante era si los naturales aceptaban o no el dominio peninsular. Lo normal era el rechazo del documento por parte de los naturales, acto seguido -siempre escusados por la cruz- se iniciaba “la Guerra Santa”, es decir, tenían licencia para matar dada su gran diferencia bélica. Imagino, que habrá pensado Atahualpa cuando el dominico Valverde le presentó el requerimiento. El inca quien se consideraba hijo de dios “INTI”, y que ostentaba (como cualquier monarca) de gran poder y autoridad sobre sus dominios, subestimó a los españoles dado su escaso número. Valverde le hablaba de Dios, el Dios creador de todo cuanto existe, un Dios poderoso que se arrogaba la autoridad, inclusive, para dominar los territorios del inca. Por ello es que Atahualpa, de formación militar y sólidas convicciones religiosas, considerado un “semidios”, rechazó aquel documento, el cual, estoy seguro, jamás llegó a entender.
En líneas generales, al llegar los españoles despojaron violentamente a los naturales de su religión, e impusieron la religión castellana, destruyeron y saquearon sus construcciones inspirados en la ambición metálica y status. Intentaron terminar con el quechua, arrebataron las tierras de los ayllus, se repartieron a los naturales (encomiendas), obligaron a los indios a trabajar en las minas. En tan sólo 20 años de dominio español la población indígena se redujo considerablemente, ello por el sistema de explotación que instalaron.
Los invasores, al tomar posesión del territorio que correspondía a los incas cortaron un proceso que se desarrollaba de manera autónoma e independiente. ¿Debemos llamar a esto conquista?.......
[1] (y no resulta extraño el término ya que hay historiadores de la PUCP que actualmente plantean el revisionismo histórico de la guerra con Chile desde una historia de paz o conciliadora)