Desde sus inicios, los revolucionarios franceses buscaron expandir su movimiento a las demás monarquías europeas y difundir sus ideales. Lógicamente, encontraron la oposición de otras casas reinantes. El enfrentamiento entre los “republicanos” franceses y el resto de Europa, liderada por Inglaterra, llevaría a conflictos armados que, con el paso de los años y hasta llegar al apogeo napoleónico, parecían inclinar la victoria hacia la potencia insular.
La Francia revolucionaria debió hacer frente a sucesivas coaliciones promovidas por Inglaterra. Las potencias continentales no pudieron detener a las “águilas” napoleónicas, y fue Inglaterra, protegida por su enorme poder naval, el mayor freno que encontraría el corso. Para asfixiar a su adversario, Napoleón decretó el “Bloqueo” Continental, por el cual ninguna nave inglesa debía ser recibida en la Europa continental -España y Portugal-. Mas Portugal no acató tal prohibición, por lo que Napoleón, para castigar aquella rebeldía e imposibilitado de atacar por mar, consiguió autorización de los decadentes reyes españoles para que sus tropas atravesaran su territorio rumbo al reino lusitano. En ese empeño, napoleón aprovecharía la decrepitud de los monarcas hispanos para establecerse en la península, y luego de hábiles maniobras, conseguir la abdicación de Carlos IV y hacerse él del poder, que traspasó a su hermano José.
Indignado por el comportamiento de los monarcas el pueblo español se alzó en armas. Recapitulando las viejas luchas de reconquista, los pueblos españoles se constituyeron en juntas que debían gobernar durante la ausencia del rey Carlos IV, ya sustituido en el fervor popular por su hijo Fernando VII – se formó así la Corte de Cádiz – . Ese fenómeno “juntista” repercutió en el mundo hispanoamericano. Ante la prisión del Rey español, los alzamientos se multiplicaron en la colonia, ya que al ser los virreyes representantes de los reyes, y no habiéndolos en ese momento, el pueblo asumía que el poder “revertía” a su legítimo dueño. Así surgieron juntas en numerosos centros Chuquisaca, La Paz, Quito, Caracas, Buenos Aires…etcétera.
Las juntas fueron combatidas principalmente desde el Perú por el Virrey Abascal, a quien por ello se califica como “un brazo contra un continente”. El esfuerzo del Virrey del Perú y la contraofensiva de la reacción, que halló eco en muchos lugares, devinieron en el fracaso de aquellos movimientos, algunos de los cuales encerraban un afán –más allá de detentadores del poder mientras el Rey estaba cautivo- por romper el vínculo con la metrópoli. (Percy Cayo Córdova, “Enciclopedia temática del Perú”, Editora El Comercio, 2004 Pág. 18-19)
La Francia revolucionaria debió hacer frente a sucesivas coaliciones promovidas por Inglaterra. Las potencias continentales no pudieron detener a las “águilas” napoleónicas, y fue Inglaterra, protegida por su enorme poder naval, el mayor freno que encontraría el corso. Para asfixiar a su adversario, Napoleón decretó el “Bloqueo” Continental, por el cual ninguna nave inglesa debía ser recibida en la Europa continental -España y Portugal-. Mas Portugal no acató tal prohibición, por lo que Napoleón, para castigar aquella rebeldía e imposibilitado de atacar por mar, consiguió autorización de los decadentes reyes españoles para que sus tropas atravesaran su territorio rumbo al reino lusitano. En ese empeño, napoleón aprovecharía la decrepitud de los monarcas hispanos para establecerse en la península, y luego de hábiles maniobras, conseguir la abdicación de Carlos IV y hacerse él del poder, que traspasó a su hermano José.
Indignado por el comportamiento de los monarcas el pueblo español se alzó en armas. Recapitulando las viejas luchas de reconquista, los pueblos españoles se constituyeron en juntas que debían gobernar durante la ausencia del rey Carlos IV, ya sustituido en el fervor popular por su hijo Fernando VII – se formó así la Corte de Cádiz – . Ese fenómeno “juntista” repercutió en el mundo hispanoamericano. Ante la prisión del Rey español, los alzamientos se multiplicaron en la colonia, ya que al ser los virreyes representantes de los reyes, y no habiéndolos en ese momento, el pueblo asumía que el poder “revertía” a su legítimo dueño. Así surgieron juntas en numerosos centros Chuquisaca, La Paz, Quito, Caracas, Buenos Aires…etcétera.
Las juntas fueron combatidas principalmente desde el Perú por el Virrey Abascal, a quien por ello se califica como “un brazo contra un continente”. El esfuerzo del Virrey del Perú y la contraofensiva de la reacción, que halló eco en muchos lugares, devinieron en el fracaso de aquellos movimientos, algunos de los cuales encerraban un afán –más allá de detentadores del poder mientras el Rey estaba cautivo- por romper el vínculo con la metrópoli. (Percy Cayo Córdova, “Enciclopedia temática del Perú”, Editora El Comercio, 2004 Pág. 18-19)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario