Primeros días de julio de 1821,
ante su inminente retiro de la capital, el virrey La Serna recomendaba a Don
José de San Martín el ingreso inmediato a Lima para evitar el caos, la
anarquía, y los excesos de las clases populares.
Además, llegaban noticias a la
capital de montoneras que bajaban de la sierra, e inclusive que habían enfrentado
con éxito al ejército español en Cerro de Pasco.
Por otro lado, las clases populares en Lima mostraban una algarabía poco común,
los negros e indios evidenciaban actitudes en favor de la independencia,
mientras aumentaba la preocupación entre comerciantes y nobles criollos. Entonces,
la aristocracia limeña mostraba su preocupación insistiendo con la premura del
ingreso del libertador argentino e inclusive un grupo de limeños optó por refugiarse
en el Real Felipe siendo dirigidos por José de la Mar.
El marqués de Montemira quedó a
cargo de la ciudad capital ante el retiro del virrey y fue él quien apresuró, a
través de cartas, el ingreso de San Martín «lo que más interesa en la
actualidad, es que V. E. expida las instantáneas providencias que exije [sic]
la vecindad de los indios y partidas de tropas que circundan la ciudad, y que
en estos momentos de sorpresa podrían causar muchos desórdenes».
Y sesenta años después…
En la tarde del 16 de enero de
1881 el alcalde de Lima Rufino Torrico -quien quedó a cargo de la capital ante
el retiro a la sierra del presidente Nicolás de Piérola- acompañado de los jefes de las naves de guerra
de Francia, Inglaterra e Italia ancladas en el Callao, se trasladó al Cuartel
General chileno y rindió a Lima incondicionalmente, además solicitó al general
Baquedano que la ciudad fuera ocupada lo más rápido posible para terminar con
el caos y con las bandas armadas que andaban sueltas por la ciudad.
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