jueves, febrero 02, 2023

AUTORITARISMO, PROTESTA, VIOLENCIA Y DEMOCRACIA

En 1827 el presidente José La Mar iniciaba un largo ciclo de gobiernos caudillistas militares. 

Fueron casi 45 años de continuos golpes de estado, cambios de constitución e inestabilidad política y económica los que marcaron el inicio del Perú republicano. La ausencia de una élite civil organizada capaz de asumir la dirección de la naciente república dejó un enorme vacío ocupado por las dos instituciones hegemónicas de la época: la iglesia católica y los militares. 

A lo largo de los siglos XIX y XX la tradición militar y la presencia de la iglesia católica moldearon las estructuras sociales, culturales y políticas del país. Es así, que esta larga tradición autoritaria ha definido la construcción del "ciudadano peruano". Por ello, no resulta extraño observar la predisposición y allanamiento de muchos ciudadanos a la autoridad. Resulta revelador que la mayoría de peruanos percibe como “mejor gobierno” algún gobierno militar o autoritario, Odría, Velasco y/o Fujimori son los favoritos. Como confirman las encuestas de Latinobarómetro (2013) y reconfirmado por Barómetro de las Américas (2021) los peruanos a nivel regional somos los menos entusiastas con la democracia, los que más desconfiamos de nuestras instituciones y quienes estamos dispuestos a apoyar una dictadura antes que una democracia.

Barómetro de las Américas: cultura política 
de la democrácia en el Perú y las Américas 2021


Siguiendo a Alberto Flores Galindo en su obra "Buscando un Inca", la ciudadanía está atravesada por una "tradición autoritaria" que aflora en diferentes espacios de la sociedad. 

La escuela es el principal reproductor de obediencia y autoridad. En términos de Pierre Bourdieu, mantiene una fuerte “violencia simbólica”. En ella existen innumerables elementos autoritarios, desde el profesor que emplea un modelo pedagógico tradicional, centrado en la disciplina “Magister dixit”, hasta el desarrollo de actitudes marciales en las aulas. Este formato de escuela limita cualquier posibilidad de participación, de desarrollo libre de la identidad, de una convivencia saludable pro social y del desarrollo del juicio crítico. En la mayoría de escuelas aún se imponen normas, el corte de cabello, uso de uniforme, castigos o sanciones ante la trasgresión. La idea es mantener un perfil de estudiante que asegure obediencia, orden y disciplina. Desarrollar estudiantes heterónomos, que obedezcan a la autoridad y respeten la norma impuesta. Que no se me mal interprete, no estoy diciendo que una escuela no deba tener normas a lo que me refiero es que los estudiantes, junto con los profesores y personal administrativo, deben construir sus propias normas, de esta forma aseguramos participación activa, valoramos la opinión de todos los actores y es más efectivo el cumplimiento de normas definidas por consenso. Es decir, poner en práctica los valores democráticos.


Desfile escolar por fiestas patrias Mórrope, 
Lambayeque (2019)

Otro aspecto, es la infraestructura escolar. Entre los cuarteles militares, los penales y los colegios públicos, arquitectónicamente, no existen muchas diferencias.

En las escuelas existen escasos espacios democráticos como son: auditorios, laboratorios, bibliotecas, campos deportivos de diversas disciplinas, comedores, espacios lúdicos, áreas verdes. Estos espacios facilitan la interacción entre estudiantes, el desarrollo socio afectivo, fomentan una participación activa, desarrollan la autonomía y la libertad individual. Sin embargo, la mayoría de colegios públicos y privados de Lima carecen de estos espacios y si los tienen, su uso es restringido. Algo así como cuando nos topamos con un parque o lozas deportivas de barrio con rejas. Finalmente, resulta ilustrativo que las más importantes reformas educativas de los últimos 60 años hayan sido promovidas por gobernantes militares. Bajo esta estructura autoritaria se pretende formar ciudadanos autónomos, críticos y fomentar una cultura de paz. 

Misa Te Deum Aniversario de Lima (enero de 2023)



El 28 de Julio es una fecha cívica clave, debería servir para conmemorar el nacimiento de la república y momento ideal para fortalecer o reforzar actitudes democráticas, pero no. Cada celebración de fiestas patrias, se refuerzan actitudes propias de la tradición autoritaria: desfiles militares y escolares, misa de Te Deum seguidos por multitudes en la capital. Estos elementos siguen alimentando ese autoritarismo violentamente simbólico, que es el principal obstáculo para desarrollo de nuestra autonomía y democracia. El Autoritarismo es una forma de violencia, imposición por la fuerza de la autoridad. Basta observar nuestro calendario “cívico” actual, para evidenciar el peso simbólico que tienen la institución militar y religiosa.

Han trascurrido 200 años desde el inicio de la república y nuestras instituciones democráticas siguen tan débiles como cuando iniciamos este camino. Términos como democracia, equilibrio de poderes, independencia entre poderes, siguen siendo conceptualmente incomprensibles para la clase política y por ende para la mayoría de peruanos, la participación y responsabilidad cívica están prácticamente ausentes. El sistema partidario es básicamente una camarilla política propiedad de alguien que representa intereses diversos, principalmente patrimonialistas.

Aunque es complejo definir la violencia, hasta aquí podemos identificar dos tipos: la primera es la violencia asociada con una agresión física y la segunda la violencia simbólica como parte de una tradición histórica autoritaria. Es precisamente esa tradición autoritaria, presente en los diversos espacios de nuestro desarrollo moral, la casa, la escuela, la calle... la generadora y justificadora de la violencia. Como afirma el investigador francés Jean-Marie Domenach: “Yo llamaría violencia al uso de una fuerza abierta o escondida, con el fin de obtener de un individuo o un grupo eso que ellos no quieren consentir libremente”. El autoritarismo restringe libertades haciendo uso de la violencia, esa es su razón de ser y existir.

En el Perú, observamos que la violencia se incrementa y lo evidenciamos en la cotidianidad, en diversos espacios públicos: en el tránsito, las colas de los supermercados, bancos o en las salas de espera de los hospitales. Sin embargo, lo revelador, es que se trata de una violencia generada y justificada por sus mismos actores. 

La protesta pacífica es un derecho social y humano; sin embargo, por lo general en el Perú degenera en actos de violencia, represión y muerte, ¿por qué? Una de las razones es precisamente esa "tradición autoritaria" enquistada en el alma de los peruanos. Existe la necesidad de mantener el orden aun cuando cueste vidas, imponer la autoridad haciendo uso de las armas, asegurar la obediencia civil a través de la fuerza. Es decir, mantener vigente y prolongar la existencia del principio de autoridad y para ello es fundamental el uso de la violencia. 

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