Hace unos años, íbamos con amigos del colegio o del barrio a jugar una pichanguita en las numerosas canchas de nuestro estadio nacional. Con el pasar de los años se convirtió en el espacio obligado del verano donde mis hijos estudiaban natación y fulbito. Era esencial para los estudiantes de Educación Física de la UNMSM pues ahí hacían sus prácticas en los talleres de verano. Personas de todas las edades y géneros se congregaban para disfrutar del deporte, de un espacio público que nos pertenecía a todos y todas.
Lo recuerdo como un espacio integrador, popular, democrático, abierto al público, donde podías apreciar libremente diversas disciplinas deportivas y donde las mañanas se hacían tardes casi sin sentirlo.
Ahora queda de aquellos días sólo el recuerdo.
Alegremente muchos peruanos (con motivo del partido de fútbol Perú-Bolivia) están con expectativa de visitar “nuestro” moderno estadio. Ahora con un gras natural de los mejores de América, con mayor aforo y bancas plásticas de colores, sin cerco perimétrico y con una cancha de atletismo de seis canales, con lujosos palcos, pantalla gigante y un juego de luces exteriores espectacular…, pero sin canchitas deportivas alrededor, sin federaciones deportivas, sin piscinas, talleres, ni espacios públicos integradores, enrejado y con acceso restringido. Ahora un grupo de ciudadanos, de los que ostentan posibilidades económicas, tienen propiedad sobre los palcos, es decir solo algunas partes del estadio y algunos días nos pertenece a todos los peruanos, en otras palabras, nuestro estadio dejó de ser nacional.
El gobierno neo-liberal Aprista ha promovido la privatización indiscriminada y salvaje del espacio público, convirtiéndolo en espacios “nacionales” privados que no hacen sino fragmentar aún más nuestra sociedad y donde las diferencias cada vez son más notorias.
Soy un creyente de la libertad económica, creo que la inversión privada es importante para el desarrollo de nuestro país, y quienes tienen posibilidades de adquirir propiedades están en su libertad de hacerlo, pero debemos salvaguardar y defender, por el bien común, los espacios públicos.
Parece ser que debemos compartir "nuestro" estadio con aquel pequeño grupo de ciudadanos que tiene la capacidad económica de pagar por un palco para albergar a los amigos y familiares cómodamente, allá en la cima alejados de los sudorosos y excitados peruanos que con mucha pasión gustamos de ver espectáculos deportivos, los otros también ciudadanos peruanos estarán abajo en las bancas de plástico y cemento con el culo adormecido pero contentos por la modernización, que patética figura, renuncio a asistir al estadio hasta que nuevamente sea nacional.
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