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Andrés Afredo Cáceres Dorregaray "Avelino" junto a su esposa Antonia Moreno y sus hijas Zoila, Hortensia y Rosa. |
"Cáceres era alto, delgado, ancho de hombros, de aspecto imponente, de rostro enjuto y blanco, ojos grises y casi negros y una permanente cicatriz en el párpado derecho, cabello castaño, largo, poblado y entrecano y espesas patillas "a la austriaca", pues se afeitaba la barba desde el labio inferior hasta la garganta. Para la guerra en el interior tenía extraordinarias condiciones. Su salud robusta, lograba soportar las incesantes marchas a través de largas distancias por cordilleras, desiertos, quebradas y barrancos, así como las peores privaciones, y por ella llegó a veces a alimentarse con la más extrema frugalidad. Incansable en su actividad, valiente en la lucha, eficaz en el comando, tenaz ante el infortunio, luchó con los chilenos y también con la escasez de recursos, con los rigores de la naturaleza, con la saña de las facciones políticas, no sólo en guerra declarada como primero ocurriera con tropas de García Calderón, luego de Piérola, y por último, de Iglesias, sino también en hostilidad aleve, como en el caso de los políticos de Arequipa. Conocía el idioma indígena y con él sabía inspirar devoción y coraje a sus soldados. Solían llevar ellos los sombreros o kepis con funda encarnada y cubrenuca blanca, origen del famoso kepí rojo, más tarde cantado por el poeta Ricardo Rossel" Jorge Basadre, "Historia de la República".
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