“En una democracia se garantiza la vida y dignidad humana aun para aquellos condenados por el sistema judicial. El indulto, es un mecanismo que corresponde al poder ejecutivo y que se emplea en casos donde la vida humana se encuentra al límite de su existencia; en estos casos el Presidente de la República concede la suspensión de la condena para brindar una muerte honrosa y digna al sentenciado. El caso de Alberto Fujimori no se ajusta a los fines del indulto, por varias razones… Antonio Zapata enfatiza en su artículo, el riesgo de un indulto -en caso de darse- sin condiciones a Fujimori… Además del daño que generaría a la democracia”
Miércoles, 03
de octubre de 2012
Alberto Fujimori continúa
siendo una figura del escenario político actual. No es alguien que haya pasado,
sino que aún tiene capacidad personal de operación política. Si sale indultado
sin condiciones, seguramente será figura clave de la campaña presidencial del
2016. Por ello, aún es prematuro para ensayar un balance sereno de su
trayectoria política. Las pasiones que despertó no han amenguado; por el
contrario, en estos días, están alcanzando el paroxismo.
Pocos como Fujimori registran una carrera tan compleja, plena de
altibajos y enormemente desigual. En contra, tiene uno de los récords de
venalidad más elevados de la historia nacional, habiendo despilfarrado los
dineros de la privatización en corromper a medio país. Asimismo, usó el
asesinato y el abuso de los DDHH como estrategia gubernamental, no vacilando
ante el golpe de Estado y la destrucción de la débil democracia nacional.
Dirigió una maquinaria política temible: cleptocrática y autoritaria. En realidad,
Vladimiro Montesinos fue su criatura, nunca hubiera llegado sin su concurso.
Nada tan malo en los últimos cincuenta años.
Pero, al encontrar al país en una situación límite, tuvo sentido
para ordenar la casa y terminó con la hiperinflación heredada del primer
gobierno de García. Asimismo, durante su mandato, la policía capturó a Abimael
Guzmán, terminando con la primera guerra senderista. También firmó la paz con
el Ecuador, cerrando el principal problema histórico de límites de la república
peruana. Su haber no compensa, pero reduce el peso del debe.
¿Cómo juzgar una combinación tan desigual? En primer lugar,
dejando constancia que es la base para los sentimientos encontrados que genera
su presencia política. Sus hinchas y quienes lo detestan se fijan solo en un
lado de su trayectoria; lo aprecian de perfil, el que prefieren, desconociendo
su segunda personalidad. Pero Fujimori, como el Jano de la mitología griega, es
un ser de dos rostros.
El punto de partida es aceptar el paquete entero porque este tipo
de individuos es frecuente en el Perú. Disponemos de bastantes casos de
personalidades complejas, cuya trayectoria está llena de aciertos y maldades.
Lo óptimo y lo pésimo frecuentemente viene junto en nuestro país.
Una vez que se asume el balance de Fujimori como conjunto, el
siguiente paso consiste en valorar sus elementos. Lo peor que hizo fue destruir
la confianza ciudadana en el Estado. Después de su mandato, la gente piensa que
los políticos son abusivos y ladrones, que la actividad política en sí misma es
obra de individuos intrínsecamente deshonestos. Al robar y matar por razones de
Estado, Fujimori quebró el respeto esencial del ciudadano con el Estado. Luego,
aflojó mucho el control social y se han soltado los jinetes del Apocalipsis: el
narcotráfico y la delincuencia.
Mientras que, sus logros son estructurales, tienen menos que ver
con la gente y más con los modelos de crecimiento. Sacó al Estado peruano de
grandes problemas, pero sembrando una desconfianza atroz que hasta hoy lo
corroe. Inició una etapa de crecimiento, pero promovió un prototipo egoísta,
desconfiado y al borde de la ilegalidad. La economía crece, pero sin logros
colectivos, reproduciendo la ventaja personal como rasero de las cosas. Desde
Fujimori, nadie cree en nadie. Se perdió la noción de patria y servicio al
Estado.
El indulto que se está cocinando será una mala noticia para las
fuerzas democráticas. Fortalecerá la impunidad y abrirá las puertas a quienes
como Fujimori actúan empleando al Estado como botín personal. Pero, peor sería
que saliera sin condiciones. Al oponernos a su indulto, no descuidemos sus
condiciones, si efectivamente se concreta. En ese caso, lo esencial es
separarlo del juego político.
Al pedir indulto, la familia Fujimori está reconociendo que
cometió delito. Si el presidente Humala perdona el cumplimiento de la sanción,
que no olvide la pena. Fujimori debe quedar fuera de los asuntos de Estado,
puesto que abusó del poder más que nadie.
2 comentarios:
Muy interesante post, sin embargo cuando mencionas lo peor que supuestamente hizo: "Lo peor que hizo fue destruir la confianza ciudadana en el Estado. Después de su mandato, la gente piensa que los políticos son abusivos y ladrones, que la actividad política en sí misma es obra de individuos intrínsecamente deshonestos." Te equivocas substancialmente, puesto que la confianza ciudadana en el estado no existía ya cuando Fujimori asumió el poder. De hecho es ingenuo decir que existía confianza en el estado después de cómo lo dejó García en el 90, ni siquiera había confianza en el Perú como pais, ni certeza de futuro, que el 2000, luego del decenio fujimorista, si existía.
No se puede negar que el descrédito de instituciones democráticas es obra de Fujimori, el término “transfuguismo” y la corrupción en video (compra de parlamentarios), es propio de los 90’.
En todo caso, Fujimori consolidó la debilidad de instituciones democráticas tan importantes como el parlamento, lesiones que continúan aún hoy.
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